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LGBTIQ: una construcción política

En el boletín impreso número 14 de La Lucha en la Calle nos abocamos a desmembrar esta sigla que vemos y usamos cada vez más frecuentemente, para tener un conocimiento más profundo de aquello a lo que refiere y para ser multiplicadores de ese conocimiento inclusivo tanto en las aulas, con nuestros alumnos, como en la vida cotidiana con nuestros familiares, conocidos y amigos.

 

El espacio físico utilizado por cada “cuadrito” del boletín La Lucha en la Calle es ínfimo para lo que esta temática, como tantas otras, requiere. De todos modos, consideramos oportuno que todo lo abordado allí pueda servirnos de disparador para plantear temas y luego profundizarlos. Tal es el caso de la sigla que nos aboca: LGBTIQ. ¿Qué significa?, ¿a qué hace referencia?, ¿de qué nos sirve saberlo y difundirlo? son las preguntas que tratamos de ampliar en el presente material, escrito por Aluminé Moreno (integrante del equipo de trabajo del Observatorio de Género en la Justicia del Poder Judicial de CABA) y utilizado como parte de material de cátedra del curso de Comunicación con Perspectiva de Género que dicta la Defensoría del Público de la Nación.

 

LGBTIQ es una sigla que representa las luchas y demandas de diversos grupos sociales. Un término dinámico y situado que se configuró y se continúa configurando en el devenir histórico y social. Aunque hoy nos pueda resultar familiar, nos interesa recuperar el recorrido que construye y sintetiza Aluminé Moreno:

 

LGBTI es una sigla de uso general, para hacer referencia al activismo organizado de lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex. La sigla ha variado a través del tiempo, con relación a factores tales como la trayectoria de las organizaciones y liderazgos que la componen, sus articulaciones en escenarios internacionales, sus relaciones con el Estado, y los modos en que sus necesidades han sido atendidas (o no) desde el derecho y la política pública. 

 

A comienzos de los noventa se utilizaba "L y G” para aludir a un movimiento que perseguía -con muchas tensiones - integrar a lesbianas y a gays en un mismo espacio político y construir reclamos comunes.

 

Más tarde, las "TT” -travestis y transexuales- exigieron su inclusión a través de un intenso activismo, y en el año 1996 por primera vez demandaron figurar en la bandera de la Marcha del Orgullo.

 

Para los comienzos del nuevo milenio ya se habían incorporado a la sigla la letra "B”, en alusión a las personas bisexuales, y una letra "T” adicional para las transgénero.

A mediados de la década del 2000 se incorporó la letra "I” para dar cuenta de las personas intersex. En los últimos años se popularizó el uso de una única letra "T” para sintetizar la referencia a travestis, transexuales y transgéneros. Más tarde, ganó presencia el uso del término "trans” para englobar toda esa diversidad de feminidades y masculinidades, al tiempo que los varones trans avanzaron en su propia organización política y reclamaron la visibilidad específica de sus necesidades y reclamos.

 

Por último, con frecuencia se utiliza también la letra "Q” al final de la sigla, que remite a la palabra inglesa queer, reivindicada por quienes subrayan la fluidez de los deseos y las prácticas sexuales, y critican el encorsetamiento de las vivencias en términos de identidades y orientaciones sexuales estables. A la vez, reclaman que las experiencias son incomprensibles si no se consideran factores como la clase social, la posición económica, la nacionalidad, la religión, la edad y la capacidad, entre otros.

 

Como se puede observar, la sigla incluye así categorías de identidad relacionadas con la orientación sexual (lesbianas, gays, bisexuales), con la identidad de género (trans) y con la diversidad corporal (intersex).

 

En ocasiones se utiliza como alternativa a LGBTI  la noción de "diversidad sexual”, aunque ésta apunta a la variedad de prácticas sexuales que encontramos en la experiencia humana y, por tal motivo, no remite necesariamente al componente político que caracteriza a las identidades LGTBI. Por otra parte, esa "diversidad” es evaluada de manera recurrente a través de jerarquías que legitiman ciertas prácticas y las dotan de privilegios, a costa de reprimir otras prácticas y sujetxs.

 

Las controversias alrededor de la sigla no son parte del pasado, sino una marca todavía distintiva de su realidad actual. Hay controversias acerca de quiénes están o no representados por ella, sobre sus usos en diferentes contextos y por parte de distintos actores, e incluso sobre el orden mismo de las letras, a menudo indicativo del nivel de visibilidad de los colectivos incluidos. No obstante, ha permitido articular alianzas, movilizar agendas y hacer frente a distintos dispositivos que crean y reproducen jerarquías socio-sexuales.

 

Fuente: Observatorio de Género en la Justicia. Boletín Nº 5 de marzo de 2015. 


#LaLuchaEnLaCalle #Agmer #IgualdadDeGenero

 

 

Para sumar y profundizar:

Guía “Comunicar en Diversidad” del Observatorio de Comunicación, Género y Diversidad con perspectiva en DDHH.

Facultad de Periodismo y Comunicación Social

Universidad Nacional de La Plata. 

 

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