Ricardo Serruya: “A corto o largo plazo, vamos a lograr para nosotros, para nuestros hijos o para nuestros nietos, un lugar donde se pueda vivir”

El periodista y escritor santafesino Ricardo Serruya fue el tercer expositor de las charlas que se llevaron a cabo por la tarde en las novenas Jornadas por la Libertad de los Ríos, el pasado viernes 25 de septiembre. Serruya compartió partes de las historias que recopiló en el libro “Quijotes, rebeldes y soñadores”, en el que realiza, como él mismo lo denomina, “una radiografía de los movimientos sociales que desde hace un tiempo se oponen al modelo extractivista”.

 

Por novena vez, la Seccional Paraná de AGMER, el grupo Por la Libertad de los Ríos y AGMER Central, organizan las Jornadas por la Libertad de los Ríos. Atravesados por la pandemia y afectados por el aislamiento consecuencia de ella, este año se llevaron a cabo de forma virtual, realizándose dos encuentros; uno por la mañana y otro por la tarde. El tercer expositor de las jornadas de la tarde fue Ricardo Serruya, periodista y escritor santafesino y autor de “Quijotes, rebeldes y soñadores”, libro en el que recopila las historias de vecinas y vecinos que luchan y, en algunos casos, han logrado frenar, el avance de grandes corporaciones mundiales que enferman y destruyen el ambiente.

 

Agradecido por esta nueva invitación, Serruya reconoció que es la cuarta vez que participa de las Jornadas: “las y los felicito por la perseverancia, la constancia y el espacio para que podamos discutir, exponer, charlar y compartir. Hace más de treinta años que hago radio, soy docente de periodismo radial, y debo decir que realmente he aprendido mucho hoy de las disertaciones que me precedieron. Son experiencias que considero hermosas y muy dignas, seguro nos pondremos en contacto para compartir materiales”, señaló, dirigiéndose a quienes tuvieron la palabra antes. 

 

A continuación, Ricardo contó que su último libro (“Quijotes…”) es un trabajo de recopilación de poco más de tres años, que le significó hacer muchísimos kilómetros recorriendo todo el país, para poder reflejar las luchas socioambientales. “Aclaro desde ya que no están todas las luchas, en esto uno es muy injusto, subjetivo, en el recorte; pero al menos sí están transparentadas algunas”, e hizo mención a algo que ya fuera señalado antes por Lucía Ibarra Bouzada: “muchas veces dicen ‘es imposible la lucha, para qué hacerlo, es desigual’ y eso aparece siempre, a veces de gente con muy buena intención, y a veces desde algunos discursos. Quienes estudiamos la semiología de las palabras, del mensaje, podemos ver que aparece como una anestesia: ‘no hagas nada porque es imposible, para qué vas a luchar, si enfrente hay un poderoso que te va a ganar, es inútil’ entonces me pareció que hacía falta un libro que rescate esas luchas, y sobre todo para demostrar que muchas de ellas son victoriosas”.

 

En función de esto, el escritor narró que muchas veces, cuando recorre el país para presentar y difundir su libro, utiliza metáforas futboleras: “Digo que es como que jueguen Barcelona y Flandria. Este último es un equipo de la B metropolitana de la provincia de Buenos Aires, entonces yo digo que juegan Barcelona y Flandria, que el árbitro está comprado, que Flandria juega con viento en contra y que, de todos modos, igual gana Flandria”.

 

“El libro va por ahí. Uno de sus grandes tópicos tiene que ver con las fumigaciones. Pensemos, a ver si podemos hacernos este número en la cabeza: donde vivimos nosotros hay alrededor de 12 millones de habitantes y se tiran 500 millones de litros de veneno por campaña de cosecha: 500 millones de litros de veneno. Entonces el libro retoma muchas experiencias que nos ayudan a plantearnos, a ver qué es lo que estamos comiendo”.

 

“Hace algunos años la agencia santafesina de alimentos hizo un trabajo en diferentes verdulerías, mercados, de diferentes barrios de Santa Fe, elegidos al azar. Recolectaron verduras y frutas, y encontraron ahí (hace muchos años atrás, seguro hoy el porcentaje sería mayor) que el 33% de todo lo que habían recolectado tenía por lo menos un agrotóxico. Una frutilla, por ejemplo, podía llegar a tener entre 18 y 35 aplicaciones de veneno” señaló Serruya, poniendo en ejemplos lo que mencionaba minutos antes.

 

“Poco tiempo después, una doctora en química, Argelia Lenardón, profesional de la ciudad de Santa Fe, fue al Hospital de Niños y recolectó 52 muestras de leche materna, de mamás que tenían a sus hijitos ahí internados. La llevó sin preguntar dónde vivían, y encontró que en el 86% de las leches maternas había, por lo menos, un agroquímico. Volvió y les preguntó a las madres si alguna de ellas tenía alguna relación con la producción agropecuaria y el 100% le dijo que no. Eran de diferentes pueblos, pero no tenían relación directa con la producción agropecuaria”.

 

“Podríamos seguir citando ejemplos: en Jujuy, de 37 muestras que se buscaron en verdulerías, más del 92% dieron que ninguna estaba virgen de agrotóxicos. En Mar del Plata la ONG Bios le pidió a gobernador, intendente, concejales, diputados, que se ofrezcan para sacarles sangre y así saber qué había en la sangre de ellos… ninguno accedió. Entonces fueron cuatro periodistas y un músico y los cinco tenían componentes de agroquímicos en sangre”.

 

Acto seguido, Ricardo señaló poder seguir citando ejemplos, “pero ustedes dirán ‘si cuando empezó la charla dijo que iba a hablar de las luchas’, bueno, estas narraciones eran para enmarcar, para contar cómo sabemos todo esto, que es fundamental. Lo sabemos gracias a, por ejemplo, médicos. Y aquí entonces aparecen, desde la ciencia, estos Quijotes, rebeldes y soñadores que nos están alertando cuánto mal nos hace este modelo de agrotóxicos. Quijotes que llevan adelante su lucha en las universidades públicas, en los laboratorios, en las calles, en las legislaturas, son todas luchas también”, y añadió: “Como la de los médicos de la Universidad de La Plata, Damián Marino y Alicia Ronco (ya fallecida), quienes, con un barco de prefectura, unieron desde Luján hasta el sur de la provincia de Santa Fe recolectando muestras de agua del Río Paraná. En casi todos los lugares donde pararon encontraron que el río Paraná estaba contaminado con glifosato u otros componentes químicos, lo que habla a las claras de que la deriva del viento llega hasta el río”.

 

Ricardo Serruya contó luego que hace años forma parte del grupo de periodistas que hacen “Onda Verde”, el que, además de un programa de radio, una página web, también es un programa de televisión que se transmite hace siete años en Santa Fe y zona; “es el único programa de televisión de una hora semanal que aborda cuestiones socioambientales”, señaló para contar que, a raíz de este programa, participaron en muchas oportunidades de los campamentos sanitarios que realiza Damián Verzeñassi. “Estuvimos con ese programa en el campamento sanitario que se hizo en San José, provincia de Entre Ríos, acompañando y reflejando la lucha de algunas escuelas, como la de San José, que se oponen a la fumigación”.

 

En tal sentido, el escritor detalló la experiencia de Paren de Fumigarnos, colectivo de la provincia de Santa Fe, que está también en otras provincias: “En Santa Fe nuclea a más de 70 pueblos y trabaja en varios aspectos, pero fundamentalmente, en que la Legislatura sancione una ley que derogue la Nº 11.273, que es una Ley muy antigua. Debe sancionarse una nueva, que regule y normatice las fumigaciones en la provincia. No lo hemos podido lograr, pese a que nuestra lucha lleva ya mucho tiempo, y a que en un momento se consiguieron más de 30 mil firmas de santafesinos y santafesinas pidiéndolo… pero siempre, por una cosa u otra, los senadores no la aprueban”, se lamentó Serruya, pero en seguida pasó a mencionar experiencias qué si lograron funcionar, que trabajan y producen de otra manera, de un modo sustentable.  

 

“Menciono a la gente de Desvío a la Raíz, una experiencia de producción agroecológica que está en Desvío Arijón (Santa Fe) que tiene Jeremías Chauque y su compañera, con más de treinta productores trabajando en forma orgánica. La verdecita, otro colectivo de producción agroecológica de la ciudad que tiene hoy más de ciento cuarenta productores. Puedo nombrar también a las Madres de Ituzaingó que lograron, con movilización y resistencia, que en Malvinas Argentinas no se instale Monsanto. Un puñado, fundamentalmente, de madres pelearon contra el gobierno nacional, contra el gobierno provincial, y contra una de las multinacionales más importantes del mundo. Resistieron durante más de tres años y lograron que Monsanto no se pudiera instalar. De ahí digo yo que Flandria le gana a Barcelona”. 

 

Dirá entonces Ricardo que, aunque a veces resulta injusto por los que quedan afuera, él insiste en poner nombres y apellidos. Porque no es hipótesis, dirá. Son hechos concretos. “Tenemos partidos que hemos perdido, pero tenemos otros que hemos ganado y a veces no nos damos cuenta”, señaló.

 

“Y si uno quiere venir al presente, hace un par de meses atrás un fallo judicial le dio la razón a una familia de Zenón Pereyra (localidad de Santa Fe que limita con la provincia de Córdoba). Allí esta familia tenía en frente un campo en el que fumigaban y su hijita estaba con grandes problemas de salud. Pusieron un amparo judicial, representado por la Dra. María Eugenia Boccio, y consiguieron que no puedan fumigar. El fallo es importante, porque dice ‘si hay que elegir entre dos factores, la salud y la producción, nos quedamos con la salud”.

 

“Lo mismo pasó hace 24 horas, en otra localidad santafesina. Salió un fallo judicial que le da la razón a Sonia González, mamá de Zoe, una nena con grandes problemas de salud porque le fumigaban cerca de su casa y el fallo judicial señaló que en Sastre (Santa Fe) no se puede fumigar a menos de mil metros del ejido urbano. Son historias que debemos mantener y replicar, porque nos tienen que dar fuerza para decir que es posible, que se puede”, insistió Ricardo.

 

“Y si nosotros viviéramos cerca de la Cordillera de los Andes, seguramente estaríamos muy preocupados por otro conflicto que es el de la minería a cielo abierto, que enferma y mata tanto como acá nos matan los agrotóxicos. Es como un espejo de lo que nos pasa acá: prometen trabajo, prometen inversión, que nos va a ir todo mejor, y cuando se van, dejan un vacío ambiental muy grande y una pobreza mayor a la que había antes” explicó el escritor, y añadió luego que también allí las asambleas ciudadanas han logrado triunfos importantísimos. “Como en Andalgalá (Catamarca), la Asamblea del Algarrobo, allí estaba la minería La Alumbrera, que llegó a destruir 300 toneladas de roca por día y usaba 70 mil litros de agua por minuto, en una localidad donde el agua es oro porque, por su clima, la necesitan para cultivo. Allá en Andalgalá hubo cinco derrames tóxicos en el río Salí Dulce. La Universidad de Cuyo, en Mendoza, hizo un estudio y dio que hoy el río tiene 20 mil veces más arsénico y 10 mil veces más mercurio de lo que debería tener, si es que algo debiera tener. En Andalgalá siguen luchando. Hoy mismo hubo una movilización con represión porque se siguen oponiendo a la minería”.

 

“En Esquel (Chubut), en el año 2003, plantearon un plebiscito. Todo el poder político y económico en contra de ese plesbicito, que era por si o por no para que se instale la minería. Allí votó el 70% de la población, más de lo que se vota para presidente, y de ese 70%, con todo en contra, el 82% de la población dijo que NO quería que se instale la minería a cielo abierto en Esquel. Allí Flandria le ganó a Barcelona”.

 

“En Loncopué (Neuquén) en 2012 también se instaló un plebiscito. Votó el 72% de la población. Más gente cuando hay una elección provincial o nacional. De ese porcentaje, el 83% dijo que no quería que se instale la minería a cielo abierto. Flandria le ganó a Barcelona”.

 

“En Famatina (La Rioja) un grupo de mujeres le dijo que no a la Barrick Gold. Esta empresa tiene como vicepresidente a George Bush, el que fue presidente de los Estados Unidos. Allí, un grupo de ciudadanos diciendo “agua si, minería no” trabajaron durante años y lograron que la Barrick Gold no se instale en Famatina. Allí Flandria le ganó a Barcelona”.

 

“En Jáchal (San Juan), también está la Barrick Gold. Hay muchos derrames de cianuro y está el río todo contaminado con ese metal. Y la gente, además de tener hace más de tres años una carpa frente a la intendencia, además de hacer un montón de movilizaciones, un día dijeron ‘vamos a decirle al porteño y a todo el país que el problema de la minería a cielo abierto en la cordillera del país es un problema de todos’. Entonces hicieron una bicicleteada: unieron Jáchal con el Congreso de la Nación en bicicleta. Estuvieron varios días haciendo posta en diferentes lugares e hicieron un acto. La siguen peleando. La pulseada es brava, pero siguen. Y estoy seguro que algún día Flandria, en Jáchal, también le ganará a Barcelona”.

 

Para despedirse, Ricardo Serruya compartió una cita de Arturo Jauretche, que está en las últimas páginas de su libro. “‘Nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos, y los pueblos deprimidos no vencen, ni en la cancha de fútbol, ni en el laboratorio ni en el ejemplo moral, ni en las disputas económicas’. Por eso, dice Jauretche, y para mí es un reflejo de Jáchal, de Malvinas Argentinas, de Paren de Fumigar, de Famatina, de todo, ‘por eso, venimos a combatir alegremente, seguros de nuestro destino, y sabiéndonos vencedores, a corto o a largo plazo’”.

 

“Quiero aprovechar este encuentro para dejar un mensaje esperanzador y decir que esto es apenas un resumen de algunas de las luchas que hay en el país y en tantos otros lugares, que son muchísimas. Son tantos los quijotes, los rebeldes, los soñadores. Hay una pelea de David y Goliat constantemente. Hay un partido de fútbol entre Barcelona y Flandria que se disputa todos los días. Donde la onda de Goliat es más fuerte que la de David, el fútbol de Flandria le gana al de Barcelona y donde seguramente, a corto o largo plazo, vamos a lograr para nosotros, para nuestros hijos o para nuestros nietos, un lugar donde se pueda vivir”.

 

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