Hace 39 años, la última dictadura empujaba a las y los argentinos a una guerra absurda, usando el genuino valor que representa la defensa de nuestra soberanía como pueblo. Durante Malvinas, sufrimos el despotismo tanto del gobierno terrorista argentino, como del imperio británico en su versión neoliberal tatcheriana.

   Los actos de heroísmo y solidaridad registrados durante su desarrollo entre la ciudadanía, tanto en el suelo de nuestras Islas como en el continente, dan cuenta de la fuerza que tenía -aún en ese contexto tan oscuro- la unidad del pueblo en oposición a la Dictadura. Recordar la Guerra de Malvinas, sea en la escuela o en otros ámbitos, nos enfrenta a nuestra historia reciente, pero también a nuestro destino como país.

   El peso de la guerra se encuentra en los 650 argentinos y argentinas que murieron durante la guerra de Malvinas, en los centenares de excombatientes que se suicidaron durante estos años, en las secuelas de las torturas, en el saqueo del Estado durante su desarrollo por parte de distintas jerarquías de la Dictadura, en la Deuda Externa con la cual pagó el Golpe aquella aventura.

   La lucha por nuestra soberanía sigue en pie. No sólo la soberanía territorial, sino también la económica, la pedagógica, la de los bienes comunes, la del pensamiento y la acción colectiva, en contra de todo despotismo, interno o del exterior. Las Malvinas son argentinas y son parte de todas nuestras luchas.

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