Los roles directivos son centrales en nuestro sistema educativo, sobre todo por la necesidad de conducción que requiere nuestra Escuela Pública, principalmente en los tiempos que corren y ante los peligros actuales. Cuando hablamos de conducción, nos referimos a experiencias con fuerte arraigo colectivo dentro de las instituciones, pero en los que la definición de los roles es clave, sobre todo si nos referimos a las y los directores y rectores, ya sea que hablemos de Unidades Educativas, Escuelas Primarias, Secundarias, Institutos o Universidades.

 

Como todo lo valioso en la Escuela Pública, las y los directores y rectores son disputados por el poder. Algunos sectores prefieren presentarlos como burócratas, otros lo hacen como si fueran funcionarios, tratan de negar la vinculación de estas y estos docentes con sus compañeras y compañeros trabajadores de la educación y con las comunidades, para que jueguen en contra de esos legítimos intereses.

 

Las y los directores y rectores son trabajadores de la educación específicos, con un fuerte perfil político en el sentido propuesto por Paulo Freire. Son quienes deben ejercer la conducción de una experiencia institucional bien aferrados a la comunidad, con inclaudicable compromiso en la defensa de la escuela pública y desde una fuerte perspectiva democrática.

 

De allí que festejamos profundamente los procesos de estabilidad en los cargos directivos, esas titularizaciones son sólo reconocen un derecho fundamental de estas trabajadoras y trabajadores, sino que también fortalecen el núcleo de las conducciones -que son colectivas- y afianzan proyectos institucionales a largo plazo. Que se concreten permanentemente es un capital ciudadano y democrático y nos fortalece como sociedad.

 

Directoras, rectoras, directores y rectores: ¡¡¡feliz día!!!!

 

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