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María Elena Walsh, siempre presente
Poeta, novelista, cantante, compositora, guionista de teatro, cine, y televisión María Elena Walsh fue haciendo su camino en la cultura nacional a la par que marcaba el del país. Ligada a una ética que en más de una vez le costó la censura, apostó siempre a más, formándose, creando y descubriendo nuevas formas de mezclar literatura, música, teatro, televisión y compromiso. Desde La Lucha en la Calle la recordamos a ocho años de su muerte.
María Elena Walsh nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires. Pasó su niñez entre la maravilla de los primeros medios masivos de comunicación, que incorporaban lo mejor de la cultura popular, y los comienzos del cine sonoro y de los “musicales”. Ya desde los catorce años comenzaron a publicarle sus poemas medios tan importantes como El Hogar, el diario La Nación, los muy selectos Anales de Buenos Aires, que dirigía Jorge Luis Borges, o Sur, de Victoria Ocampo, quienes contribuyeron a consagrarla como una de las voces más intensas y originales de su generación.
Tras la publicación de sus primeros libros, Otoño imperdonable (1947) y Baladas con ángel (1951), decidió lanzarse a la aventura de emigrar a Europa junto con una amiga tucumana, Leda Valladares, también poeta. Durante el viaje formaron el dúo vocal Leda y María, dedicado casi exclusivamente a cantar canciones tradicionales del Noroeste argentino. Paralelamente, hacia 1954 María Elena Walsh comenzó a escribir sus primeros poemas “para niños”, que musicalizaba casi naturalmente. El lirismo, la perfección rítmica de estas primeras canciones (que reuniría años más tarde en el libro Tutú Marambá) son los mismos de Otoño imperdonable, pero las nuevas lecciones del folclore están en ellos y por eso mismo parecen nacidos para quedar, como lo están hoy, en la memoria popular.
A su regreso a Buenos Aires Leda y María actuaron en teatro y televisión y grabaron sus tres mejores discos, el último un perpetuo best seller dedicado al folclore español: Canciones del tiempo de Maricastaña.
En 1958, otra pionera, la directora de televisión María Herminia Avellaneda, impulsó a Walsh a escribir sus primeros libretos para teleteatro o para programas infantiles. La felicidad de ver cobrar cuerpo a los personajes de sus canciones –“Doña Disparate” o el “Rey Bombo”– fue quizás el motor del nuevo éxito: el “varieté” para niños. Doña Disparate y Bambuco (1963) es una obra de teatro con canciones incidentales, una pieza por completo revolucionaria y vanguardista, una especie de sueño escenificado que comenzaron a llevar a escena infinidad de compañías de distintos países.
Las grandes discográficas que habían rechazado sistemáticamente sus canciones la llamaron para grabar sus primeros discos como solista: Canciones para mirar, Canciones para mí, El país del Nomeacuerdo y Villancicos desde entonces tienen su lugar en casi toda casa con niños. Durante unos años, Walsh se dedicó casi por entero a escribir nuevos libros para chicos y también libros de ficción como la novela Dailan Kifki. Le siguió una sorpresa: en 1968, Walsh estrenó su primer espectáculo de canciones para adultos Juguemos en el mundo. Recital para ejecutivos en el Teatro Regina, con enorme repercusión y éxito de público y crítica. María Elena Walsh fue labrando un repertorio imbuido del aire contestatario de los tiempos –pacifismo, feminismo, “protesta” contra la injusticia social– pero mostrando un talento poético único y, sobre todo, una temática absolutamente personal.
Un filme de María Herminia Avellaneda, de 1971, y seis discos de larga duración quedan como testimonio de este tramo de su carrera terminado en 1978, en plena dictadura militar, cuando decidió dejar definitivamente las presentaciones teatrales, harta de la censura.
Refugiada en el periodismo escrito, y en lo más negro de los “años de plomo”, escribió artículos como el célebre Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes, que le ganó la admiración de la ciudadanía por su coraje cívico.
Al retorno de la democracia participa activamente en la transformación de su gremio, la Sociedad Argentina de Autores y Compositores, SADAIC, donde su aporte en el Departamento Cultural fue decisivo. La recuperada democracia también le permitió expresar sus ideas por televisión, donde creó una emisión junto con Susana Rinaldi y María Herminia Avellaneda: La cigarra.
Más allá de un sinfín de textos escritos para televisión o por encargo de compositores –Ariel Ramírez, Jairo, Lito Vitale, Chico Novarro–, María Elena Walsh no dejó de engrosar la lista con obras literarias, novelas, novelas para chicos, versiones teatrales de sus canciones y su último libro Fantasmas en el parque, en 2008, que resultó una muy original mezcla de novela y autobiografía en el que confiesa pesadillas, sueños y secretos con su inconfundible estilo lúcido, irónico, honesto y bello.
María Elena Walsh falleció en Buenos Aires el 10 de enero de 2011, tras haber recibido innumerables reconocimientos a su labor y trayectoria. Lo más importante de su legado, sin dudas, es la presencia constante de su trabajo a lo largo del tiempo, generación tras generación, y su marca presente, trascendiendo fronteras, como referente intelectual para muchas generaciones de argentinos.
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