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“Ponemos todo de nosotros, porque estos gurises en la escuela encuentran magia”
Desde La Lucha en la Calle recorrimos la Escuela Primaria Nº 31 “Ana C. de Ojeda” de Feliciano. Ubicada en la periferia de la ciudad, esta institución de Jornada Completa recibe diariamente a casi 250 alumnos que pasan allí más tiempo que en sus casas. El contundente vínculo construido con maestras y maestros se visibiliza y transmite en cada imagen que pudimos tomar. Compartimos la experiencia y la narramos, también, en fotos. Esta es nuestra provincia, estas son sus escuelas, y este es el trabajo cotidiano de quienes las sostienen. Eso reflejamos y los invitamos a ver.
Plena siesta en San José de Feliciano. No se escucha más ruido que el de algún animalito dando vueltas por ahí. Pero basta entrar a la Escuela Primaria Nº 31 y todo el silencio de las calles de tierra, la siesta y el sol se vuelve bullicio, risas y algarabía. 238 alumnos de Jardín y Primaria están en el salón terminando de almorzar. Seños que van y vienen ayudando a los más chiquitos, tratando de que los más grandes no salgan aun al patio, cocineras terminando de servir a los que llegaron más tarde… una escena que se repite cada mediodía y en la que docentes, ordenanzas y cocineras trabajan como un relojito para que todo funcione como debe ser.
La Escuela Nº 31 “Ana C. de Ojeda” tiene 65 años. Su directora, Rosa Rodríguez, junto a Gloria Romero y Carina Domínguez, las Vice, y Miriam Sánchez, la Secretaria, nos van mostrando cada lugar, cada aula, cada espacio, narrándonos a la par todo lo que ha costado conseguirlos. Salas, baños, tinglados, sillas, ampliaciones… todo un trabajo constante y sostenido de años. Mientras se cruzan alumnos que las abrazan, que sonríen, que les piden cosas, estas maestras recorren su escuela narrando con alegría los avances, con esperanza las cosas que piden y “ya están por llegar” y con desazón lo que les ha tocado afrontar que no le sumó a la escuela. “Hace unos años se creó la Secundaria con la que compartimos edificio. Se construyeron aulas para ello, pero no mucho más. Baños, por ejemplo, no se hicieron y compartimos. Del mismo modo canillas y bebederos (que hay uno solo). No es el problema compartir, el tema se da con el paso del tiempo porque a más alumnos, más rápido se resienten las cosas y más cuesta arreglarlas”, narran las docentes.
El salón donde almuerzan los 238 alumnos que asisten a esta escuela tiene techo de chapa. Es invierno, pero estamos en una intensa jornada previa a Santa Rosa y el calor se hace sentir. “Del mismo modo el frío. Hemos pedido ya varias veces la colocación de un aislante o cielo raso, pero estamos a la espera”, nos cuentan.
Los alumnos que asisten a la Escuela 31 son mayormente de los barrios Santa Teresita, Santa Elena, Córdoba y El Cardal. Todos de la periferia de la ciudad de Feliciano. Caritas redondas y alegres, se suman al recorrido, más aun cuando llegamos al salón que, tal como lo narran las seños, “es multiuso”. Oficia de biblioteca, salón de talleres, aula para proyectar videos, “y lugar para guardar cosas… porque la verdad que a veces no hay otro espacio” nos cuentan, mostrándonos, por ejemplo, los instrumentos de música y equipos para sonido.
El edificio de la escuela deja ver el paso del tiempo, en grietas, problemas edilicios y demás, pero el denostado esfuerzo de un equipo de 34 docentes, 4 directivos, 6 cocineras y 4 ordenanzas también salta a la vista.
Conocemos a Laura Moreno, bibliotecaria a cargo de este espacio multiuso al que los niños ingresan con una felicidad pocas veces vista. Allí, bibliotecaria y seños nos cuentan cómo, cada mínima cosita, ha sido fruto de mucho esfuerzo. Nos enteramos entonces que el mueble donde amorosamente están la mayoría de los libros es el resultado de muchas ventas de rifas; que Laura vende ropa año a año para asistir a la Feria del libro y traer de allí materiales para los gurises. Que las sillitas para que los chicos se instalen a leer también son fruto de la venta de empanadas… y así. Laura nos cuenta el trabajo que realiza para seleccionar materiales que, a la vez que gusten a los niños, puedan durar. “Muchos de ellos no tienen ninguna de estas cosas en sus casas… vienen acá y es como todo mágico. Cuidan muchísimo cada libro que agarran para leer. Siento que les encantan”, nos cuenta Laura. Emociona ver como los gurises dan fe de cada una de sus palabras cuando entran al lugar. Enorgullece cómo maestras y maestros han puesto todo de sí para que este espacio sea eso para ellos: magia.
La Escuela 31 es una más de tantas en nuestro suelo entrerriano. Tiene años funcionando y por ella han pasado, sin dudas, muchos de los padres de quienes hoy son los alumnos que asisten. Maestras y maestros, como los que conocimos, han puesto durante años mucho más que sus jornadas de trabajo para sostenerla. Reflejar ese esfuerzo, esa apuesta a cada generación que está y a la que va a venir, es lo que intentamos desde La Lucha en la Calle. Ojalá las rifas y empanadas dejaran de ser una constante para su sostenimiento. Ojalá el compromiso docente que emana la 31 se viera también en los responsables de hacer de cada escuela entrerriana un lugar más digno. Por eso, también, seguiremos luchando.
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