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Presidente Allende

El 26 de junio de 1908 nacía Salvador Allende. Médico y político socialista chileno, fue ministro, diputado, senador y presidente de su país entre 1970 y 1973, hasta que uno de los Golpes de Estado más cruentos de Latinoamérica le puso fin a su vida y su gobierno. Compartimos en este nuevo aniversario de su natalicio un texto que escribiera Gabriel García Márquez en un especial de la revista Crisis de julio de 1986.

 

    Salvador Guillermo Allende Gossens nació en Santiago de Chile un 26 de junio de 1908 y fue asesinado el 11 de septiembre de 1973, durante el Golpe de Estado a su gobierno, en el Palacio de la Moneda, la Casa de Gobierno de Chile.

   Fue un médico cirujano y político socialista. Presidió Chile desde el 03 de noviembre de 1970 hasta el 11 de septiembre de 1973. Su gobierno, caracterizado por un socialismo democrático, terminó abruptamente en 1973 cuando el general Pinochet se levantó en armas contra el gobierno, acabando con la democracia en Chile y dando inicio a una dictadura que duraría diecisiete años.

   Compartimos en esta oportunidad un texto publicado originalmente (y completo) en la revista Crisis de julio de 1986 -dirigida entonces por Vicente Zito Lema y donde escribían, entre otros, Miguel Bonasso; Osvaldo Bayer; Tomás Eloy Martínez y Mario Benedetti- en el que Gabriel García Márquez repasa el proceso político del país trasandino, analizando el gobierno y posterior caída de Allende, y la situación de las y los trabajadores a trece años de gobierno dictatorial de Pinochet.

 

 

La verdadera muerte de un Presidente

Gabriel García Márquez


   A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas desencadenadas de la subversión, Salvador Allende continuó aferrado a la legalidad.

   La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa.

   La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder.

   Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder.

   Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fuego que Salvador Allende disparó jamás.

   El periodista Augusto Olivares, que resistió a su lado hasta el final, fue herido varias veces y murió desangrándose en la asistencia pública.

   Hacia las cuatro de la tarde el general de división Javier Palacios, logró llegar hasta el segundo piso, con su ayudante el capitán Gallardo y un grupo de oficiales. Allí entre las falsas poltronas Luis XV y los floreros de Dragones Chinos y los cuadros de Rugendas del salón rojo, Salvador Allende los estaba esperando. Llevaba en la cabeza un casco de minero y estaba en mangas de camisa, sin corbata y con la ropa sucia de sangre. Tenía la metralleta en la mano.

Allende conocía al general Palacios. Pocos días antes le había dicho a Augusto Olivares que aquel era un hombre peligroso, que mantenía contactos estrechos con la Embajada de los Estados Unidos. Tan pronto como lo vio aparecer en la escalera, Allende le gritó: “Traidor”, y lo hirió en la mano.

   Allende murió en un intercambio de disparos con esa patrulla. Luego todos los oficiales en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo. Por último, un oficial le destrozó la cara con la culata del fusil.

   La foto existe: la hizo el fotógrafo Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, el único a quien se permitió retratar el cadáver. Estaba tan desfigurado, que la Sra. Hortensia Allende, su esposa, le mostraron el cuerpo en el ataúd, pero no permitieron que le descubriera la cara.

Había cumplido 64 en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible.

Lo que piensa Allende solo lo sabe Allende, me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros, y era de una galantería un poco a la antigua, con esquelas perfumadas y encuentros furtivos.

   Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la voluntad de los partidos de la oposición que habían vendido su alma al fascismo, defendiendo toda la parafernalia apolillada de un sistema de mierda que él se había propuesto aniquilar sin disparar un tiro.

   El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo, que se quedó en nuestras vidas para siempre.

 

» Foto que ilustra el flyer:

Santiago, año 1970 (ca.):
🎞 Retrato de un niño en medio de una concentración de adherentes del gobierno de la Unidad Popular.
📸 Autor: Chas Gerretsen (@chasgerretsenphoto)
👨‍🎨 Imagen llevada a color manual y digitalmente por @memoriaencolor

 

#LaLuchaEnLaCalle #Agmer

 

 

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