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Que la represión no se vuelva costumbre

Hace 23 años Maximiliano Kosteki y Darío Santillán eran asesinados por la policía en un feroz operativo represor en Buenos Aires. Recordamos aquellas jornadas en la similitud con un presente que vuelve a descargar la crisis sobre las y los trabajadores y las y los cada vez más desocupados. Que la unidad de las luchas sea el camino, para que hechos como los del Puente Pueyrredón no se repitan nunca más.

 

   Hace 23 años, el 26 de junio de 2002, Darío Santillán y Maximiliano Kosteki eran asesinados por la policía en la feroz represión desatada en el Puente Pueyrredón durante la presidencia de Eduardo Duhalde. Aquella mañana de junio, la Coordinadora Aníbal Verón junto a decenas de otras organizaciones de trabajadoras y trabajadores desocupados había organizado una protesta con un pliego de reivindicaciones para enfrentar la miseria que se padecía entre los sectores más humildes. Las y los manifestantes -decididos a cortar el Puente Pueyrredón- fueron ferozmente recibidos por la policía Bonaerense, Federal, Prefectura Naval y Gendarmería que no sólo estaban dispuestos a impedir el piquete, sino que montaron una desenfrenada casería deteniendo a manifestantes hasta 4 o 5 kilómetros del epicentro de la protesta.


   “Los piqueteros se mataron entre ellos” era la versión policial. “La crisis causó dos nuevas muertes” titulaba el diario Clarín; sin embargo, la inmediata y masiva reacción popular de rechazo a la represión y la tergiversación de los hechos -junto a los elementos probatorios que algunas y algunos periodistas y fotógrafos pusieron a disposición- desnudaron en menos de 24 horas las patas cortas de la mentira oficial.

 

   Conmemoramos estos hechos desde hace 23 años; y hoy una realidad nos pone cara a cara con aquel presente, cuando vivimos la ferocidad de la represión cada miércoles en las marchas en la que las y los jubilados se encuentran con palos y represión con una cotidianeidad pasmosa. Lo vivimos las semanas que aguardamos por la salud de Pablo Grillo, quien hoy, a más de tres meses de que una cápsula de gas de la policía le impactara en la cabeza mientras cubría una movilización, lucha por su vida. Lo vivimos con este presente de listas de despidos y sueldos que nos dejan a pie a mitad de mes (o menos).

 

   Cuando recrudece la crisis -lo sabemos- el saldo negativo siempre se inclina para el lado del pueblo. Lo supimos con Maxi y Darío; con Eloísa, Romina, José Daniel y Pocho; con Carlos Fuentealba. Tuvimos un horrible anuncio con Pablo Grillo, también. Debemos estar alertas, repasar constantemente nuestra historia, para repetir de ella los pasajes en los que logramos conquistas, no en los que contamos muertos.

 

   Maxi y Darío viven en nuestras banderas y luchas; sin dudas. Pero no queremos que su historia se repita. Unir las luchas como consigna, en un presente tan complejo, ha sido y es el camino. Es en las calles y con Maxi y Darío presentes que lograremos, también a la crisis, decirle Nunca Más.

 

#LaLuchaEnLaCalle #Agmer 

 

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