El 25 de mayo de 1810, en el Cabildo de Buenos Aires, una coyuntura específica puso sobre la mesa las contradicciones de aquella sociedad que el orden colonial ya no podía seguir anestesiando. Aquella jornada abrió un proceso crucial para nuestra historia, que no se concentró en Buenos Aires ni en sus protagonistas directos y cuya agenda aún sigue vigente entre nosotros. Sigue vigente porque aquellos enemigos del pueblo aún persisten -a veces vestidos con nuevas ropas-, pero también porque las y los argentinos sostenemos la lucha dese hace veinte décadas.

La libertad, la soberanía y la independencia son valores colectivos y populares, muy arraigados en nuestra historia y en nuestras tradiciones, que abrevan de diversas fuentes, pero sobre todo de nuestro propio recorrido. Los debates de aquel Cabildo tenían, sin dudas, influencias de las corrientes políticas europeas, pero sobre todo de las discusiones que se daban en estas tierras -tanto en las ciudades como en toda la superficie continental- todos los actores históricos, no sólo aquellos que vemos en las ilustraciones tradicionales.

Somos herederos de Mayo y seguimos en él, en tanto que sus luchas aún están en desarrollo y sus preocupaciones básicas siguen vigentes. Y, además, porque reconocía en la Educación Pública un factor fundamental para fortalecer al pueblo.

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