Alfredo Grimaux: “El niño o niña que aprende a mirar detalles cambia su visión sobre la naturaleza”

El último expositor de la charla de la mañana en la Jornada por la Libertad de los Ríos llevada a cabo el pasado 25 de septiembre fue Alfredo Grimaux, director del proyecto de extensión “Evaluación del impacto ambiental de la Reserva Natural Protegida Escuela Alberdi”, quien narró la experiencia del proyecto, especialmente en lo que respecta a las visitas que realizan las escuelas, con los niños y las niñas entrerrianas y su esfuerzo para que, a partir de entonces, cambien la manera de relacionarse con la naturaleza.

 

Una de las organizadoras de las novenas Jornadas por la Libertad de los Ríos, Sol Gatti, ofició de presentadora de Alfredo Grimaux, director del proyecto de extensión “Evaluación del impacto ambiental de la Reserva Natural Protegida Escuela Alberdi” realizado entre la Facultad de Ciencia y Tecnología, la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales y la escuela Alberdi, las tres de la UADER, junto al municipio de Oro Verde y el museo de Ciencias Naturales y Antropológicas “Profesor Antonio Serrano”.

 

“Además de relevar especies y reponer ejemplares, desde el proyecto se logró establecer tres circuitos que se pueden recorrer para poner en valor mediante la educación ambiental este espacio natural” señaló Gatti para dar lugar a las palabras del expositor.  

 

Grimaux se manifestó contento por todas las exposiciones que lo precedieron “las siento como la sangre corriendo por las venas de la defensa del ambiente”, señaló. “Hace años que venimos trabajando con el proyecto de extensión, pero cada vez más fuertemente me convenzo de que lo que hacemos pesa más en las experiencias personales: un chico o chica de cualquier edad que recorra estos senderos, escuche un ave, reconozca una planta… es alguien educado ya de una manera especial y será un ser comprometido para lo que venga, para el futuro. Creo que estas son las acciones que tenemos que seguir fortaleciendo, en las que tenemos que seguir trabajando: en lo personal, en la vivencia. No importa que tengan o no conocimiento: la gente que hace la vivencia ya no vuelve a ser la misma”, enfatizó Grimaux.  

 

Yo les insisto a las y los visitantes que se dejen sorprender por la riqueza, una riqueza que tal vez ven siempre y no conocen, no reconocen. Y ahí es fundamental que seamos nosotros el puente de conocimiento para que el resto descubra y ya no vuelva a ser el mismo. A partir de conocer y reconocer lo que nos rodea en la naturaleza, la persona se transforma para mejor, no tengo dudas”.

 

Narró Alfredo que del Proyecto de Extensión forman parte cinco personas “que afrontamos el doble desafío de, por un lado, conservar ese espacio que damos a conocer, la reserva natural de la Escuela Alberdi, y a su vez, de lograr que cada vez que vamos a trabajar, ese espacio nos sorprenda. ¿Cómo? Redescubriendo constantemente las cosas que aparecen en cualquier lugarcito: árboles que toman formas raras, colecciones de hongos, aves que no descubríamos, huellas de animales… todo lo vamos charlando con el equipo, pensando y buscando que en las experiencias escolares y comunitarias lo podamos transmitir de la mejor manera”.

 

“Otro hecho que puede ser interesante de narrar, que lo empezamos a modo de prueba para ver las respuestas de las poblaciones escolares, se dio porque hay muchos lugares debajo del monte nativo en los que aparecen un montón de aromáticas silvestres, o del grupo de las que se denominan ‘salvia de la costa’, que son muy perfumadas, con un olor levemente desagradable, (dado que es su forma de defenderse de los animales, de las otras especies). Entonces muchas veces en las recorridas hacemos una parada sencilla en la estación que llamamos “de muestreo” y realizamos una prueba de olor: tomamos una muestra de un tallito joven, lo friccionamos un poco en las manos para acceder a las esencias naturales que tiene y lo pasamos entre la gente, que normalmente se asombran y motivan de un modo particular, pensando ¿cómo no lo había descubierto antes a esto que estuvo todo el tiempo ahí?... y es cierto porque estas especies hasta en una maceta las podemos encontrar… logramos así que a través de experiencias muy sencillas puedan trasladarse vivencias. Y esas cosas marcan el recorrido: la gente se motiva de un modo diferente, y empieza así ese descubrimiento que significa dejarse sorprender” explicó muy didácticamente Alfredo.

 

“Por eso digo que no hay un recorrido fijo, sino que proponemos ir descubriendo y cambiando el espíritu de observación para que esas sorpresas que nos ofrece el monte nativo en cualquier lugar nos sirvan como experiencia y logren que modifiquemos nuestras prácticas”.

 

Vuelve a aparecer un planteo que fue señalado anteriormente por el expositor Lucas Cid, ya que como narra Alfredo “dentro del espacio sobre el que trabajamos existe una zona con problemas que se da por la presencia muy abundante especialmente de ligustros y, en segundo lugar, de moras. A medida que nos alejamos de esa área, nos vamos encontrando con monte nativo y ahí van apareciendo progresivamente los microambientes. Ya llegando a la ruta, el ambiente natural es otro, completamente. Nuestro recorrido adquiere así forma de anillo o herradura completa, para que podamos pasar por todos los microambientes, y así observar muchas cosas con pequeños detalles: cómo cambia la presencia de sol y sombra, la composición del monte, la oferta de alimentos, frutas silvestres, y como alrededor de todo esto se van asociando, se van armando comunidades animales y vegetales”.

 

“Para relatar un trabajo que nos dimos con esto puedo contar que marcamos en el espacio algunos sectores mostrando la presencia de ligustros, en tamaño de almácigos. Observamos allí una resiembra muy fuerte debido a la presencia de árboles grandes. Vimos entonces que en algunos lugares había hasta dos mil quinientos plantines de ligustro por metro cuadrado. Esto significa una capacidad de regeneración de ese monte invasor de ligustros que nos desplazaría agrediendo mucho al monte nativo”, narró Grimaux para contar luego que la definición que tomaron fue realizar una limpieza y tala total en algunos sectores para analizar así cómo se daba la nueva formación del espacio nativo sin esta especie invasora.

 

“Esto lo hicimos en marzo de 2019 y vimos que, al sacar todo el ligustro grande, los suelos estaban desnudos conteniendo solo materia orgánica gruesa, ramitas, hojitas. Para junio del año pasado aparecieron unas 20 especies herbáceas que estaban controladas por el ligustro. Y en esa zona, a modo de prueba, plantamos algarrobo negro y blanco, arbolitos nuevos, para ver cómo se comportarían de crecimiento. Para marzo de este año (que fue la última visita que pudimos hacer a la reserva) los árboles estaban en el doble de tamaño. Es decir: al nosotros hacer el control del ligustro, ese sombreado muy presente y fuerte con cierto contenido tóxico en sus hojas desapareció y el monte natural se portó tal cual lo esperábamos: los algarrobos estaban con un crecimiento óptimo”.

 

“Puedo narrar también que otra cosa que hicimos fue un censo de flora, determinando aproximadamente unas setenta especies”, contó Grimaux con orgullo y algo de asombro, para explayarse luego señalando que “la reserva está cruzada por vertientes naturales que provienen muchas del tajamar de Alberdi y se han abierto en forma de un delta. Esas vías conforman un microclima muy pequeñito, un canal de un metro y medio de profundidad por cuatro o cinco metros de ancho, dentro del monte nativo, lo que crea una sensación de aventura, porque uno está subiendo y bajando… y nos permite realizar otras experiencias en el recorrido. Da lugar, por ejemplo, a que mostremos cómo se rellenan otras zonas, cómo se conforman comunidades alrededor, nos va dando elementos que podemos utilizar para que la educación ambiental se vaya fortaleciendo. Porque puede que no salgamos sabiendo muchísimas cosas nuevas de la reserva, pero al menos lo que si intentamos es que queden tantas inquietudes que hagan que den ganas de volver, ya sea a ese lugar o a cualquier otra reserva” y agregó: “la idea es que la visita sea un despertar; tengo que salir cambiado de la recorrida y esa experiencia la tengo que poder multiplicar a otros y otras”.

 

En el mismo sentido Alfredo contó que “el año pasado, debido a que tenemos una colección bastante importante de semillas, vainas, frutos secos, armamos una mesa demostrativa con aproximadamente treinta especies, tanto nativas como exóticas, con la idea de que alguien que no es especialista las pueda conocer con sus nombres, y que despierte interés, sobre todo para que quienes nos visitan quieran saber más, no les sea indiferente”.

 

“Dentro de las recorridas comunitarias hicimos plantación de árboles, junto a niños y niñas de corta edad acompañados de sus papás, sus familias. Esto es importante, porque esos chicos y chicas tendrán una forma de ver la naturaleza completamente distinta a partir de su experiencia, y eso es lo que más nos interesa, porque estamos seguros de que esa niña, ese niño, será un efecto multiplicador, contando su experiencia a otras y otros”. A partir de narrar esto, Grimaux compartió una experiencia que realizan que lo colma, que corona todo el trabajo que encaran. Narró así que “en ciertos lugares de la reserva tenemos ejemplares de ombú, muy viejos, de unos cinco, seis metros de diámetro, muy importantes. Entonces, con los chicos y chicas más pequeños proponemos un abrazo grupal, con las maestras y maestros… un intercambio de fuerzas: nosotros le transmitimos fuerzas al árbol con nuestro abrazo y el árbol nos da la suya, su fuerza que lo hacer crecer. Las y los chicos vuelven cambiados: entienden la naturaleza y se sienten parte. Esto es muy importante para nosotros” compartió emocionado.

 

“Hemos hecho muchas experiencias con alumnos y ex alumnos nuestros de las universidades en las que estamos. Creemos que la extensión es algo sumamente importante, como un nexo con la sociedad que no siempre se da, pero que entendemos que hace una diferencia” señaló Alfredo, y detalló experiencias con alumnos de la Facultad de Artes y niños y niñas de escuelas, mediante la observación en la reserva. “Esos chichos y chicas hicieron un trabajo muy motivador a partir de las distintas miradas del ambiente devolviendo una mirada distinta a las y los otros”.

 

Para dar cierre a su exposición, Alfredo Grimaux recordó las redes donde difunden su trabajo: Facebook e Instagram, e invitó al concurso de registros fotográficos digitales, cuya información también difunden por las redes (y aquí compartimos).

 

“El año pasado tuvimos aproximadamente 2500 visitantes a la reserva. Este año estamos suspendidos por la situación, pero seguimos trabajando igual, con muchas ganas” señaló Alfredo, despidiéndose agradecido por formar parte de estas novenas Jornadas.

 

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